Reseña - La Vida de Dios en el Alma del Hombre

         

Esta es una reseña crítica de unos de los libros que he leído como parte del Seminario Baustista Confesional Costarricense en este 2023.

Henry Scougal (1650-1678) fue un ministro escocés, teólogo y autor. Se graduó de la Universidad de Aberdeen, del King’s College (Colegio del Rey), en 1665. A los 19 años fue establecido como profesor de Filosofía en esa escuela, y luego en 1673, un año después de haber sido llamado al ministerio pastoral, se convirtió en profesor de divinidad en el King’s College. Sirvió ahí por los siguientes 5 años, y fue casi a sus 28 años, que murió de tuberculosis.

Introducción

Este libro es realmente una carta privada que Scougal le escribió a una amistad cercana con el fin de ayudarle a entender que es los que él llamaba la verdadera religión, sin nunca tener la intensión de publicar este escrito. Sin embargo, Scougal le dio permiso a un grupo de sus amigos de publicarlo en 1676 siempre y cuando su nombre fuera mantenido en el anonimato.
    
Para Scougal, la “verdadera religión es una unión del alma con Dios. Hay una participación real de la naturaleza divina ―la imagen misma de Dios sobre sus almas; o en palabras del apóstol: «que Cristo sea formado en vosotros»” (15); las palabras del Apóstol Pablo en Gálatas 4:19, “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”.

Fue precisamente esa manera sencilla y profunda de presentar lo que es realmente el cristianismo lo que capturó a uno de los grandes de la historia de la fe cristiana, a George Whitefield, quien leyó la publicación de 1735 por recomendación de su amigo Charles Wesley. Al leer este escrito de Scougal, Whitefield fue impactado profundamente de tal manera que lo llevó a decir las siguientes palabras, citadas en el prólogo a la edición revisada y modernizada por Jeffrey D. Johnson: “¡Dios me mostró que debo nacer de nuevo, o ser condenado! Aprendí que un hombre puede ir a la iglesia, decir sus oraciones, recibir el sacramento, y aun así no ser cristiano. Cuánto se elevó y se estremeció mi corazón, como un pobre hombre que tiene miedo de mirar en sus libros de cuentas para no hallarse en bancarrota.” (10).

Resumen

La Vida de Dios en el Alma del Hombre (Kindle Edition) está organizado en 11 capítulos, sin embargo, debemos recordar que es originalmente una correspondencia personal, que no tenía los capítulos ni las divisiones que hoy encontramos en ediciones recientes, sino que fueron agregados en la edición de 1735.

En el capítulo 1 Scougal inicia lamentando el hecho de que muchos son los que no comprenden correctamente lo que significa ser cristiano. Muchos lo han confundido con tener meramente el correcto entendimiento, el conocer las posturas teológicas de la denominación a la que pertenecen. Otros lo confunden con tener una correcta conducta, las actitudes externas que aparentan tener amor por los demás y por Dios, ser cuidadosos con respetar a los demás, porque cumplen con la asistencia a los cultos dominicales, y ayudan a los demás en necesidad. Incluso otros lo confunden con el correcto entusiasmo, con sentir pasión, afecto, y emoción por el Salvador Jesús. Ciertamente, Scougal reconoce que estas son expresiones válidas, pero que no son en sí mismas el cristianismo.

Scougal define el cristianismo como una vida divina. Es una vida, primero que todo porque es una condición perdurable y estable, y a pesar de que en momentos no manifiesta el mismo vigor y fuerza, Scougal argumenta que “la vida divina nunca puede ser completamente apagada. Los hombres santos nunca son abandonados al poder de los afectos corruptos, los cuales dominan y prevalecen sobre el resto del mundo” (16). En segundo lugar, es una vida porque es libre y espontanea porque “aquellos que progresan en esta [vida] no están influenciados solo por motivos externos, ni son impulsados por amenazas meramente, ni son sobornados por promesas, ni son constreñidos por las leyes, sino que están poderosamente inclinados a aquello que es bueno y se deleitan en hacer el bien” (16).

En el capítulo 2 continúa ofreciendo la explicación de por qué el cristianismo es una vida divina. Ya se estableció que es una vida, porque es una condición perdurable y libre, porque es estable y espontánea, y adicionalmente, Scougal argumenta que es una vida divina porque es una vida que ha sido creada por Dios, que también se asemeja a las perfecciones de Dios. Los cristianos tienen “a Dios morando en sus almas, y a Cristo formándose en ellos” (19).

Es en esta sección del libro donde Scougal se tomó su tiempo, por decirlo así, y elabora un contraste entre la vida natural, la que tienen aquellos que no son cristianos, y la vida divina, la que tenemos los cristianos. La vida divina es la que se caracteriza por la presencia de fe, amor, pureza, y humildad, por eso Scougal dice que “la vida divina consiste en un afecto universal y sin límites y en un dominio sobre las inclinaciones naturales para que jamás nos puedan desviar hacia aquellas cosas que sabemos que son reprochables” (22).

En el capítulo 3 se nos presenta a Cristo como el ejemplo máximo de alguien que experimentó la vida divina manifestada en fe, amor, pureza, y humildad, y en Su amor y devoción por Dios al buscar siempre hacer la voluntad del Padre Celestial; por Su paciencia al soportar la voluntad de Su Padre Celestial y recibir el castigo por nuestro pecado, por Su comunión con Dios al frecuentemente buscarle en oración a pesar de no tener pecados que confesar, ni peticiones particulares por la que necesitara orar; su amor por el prójimo, por Sus discípulos, y por todos aquellos que le seguían buscando milagros para ellos mismos. También Su pureza al abstenerse todo tipo de pecado, y Su humildad al tomar forma de hombre y nunca dar espacio a la vanidad, ni al orgullo, ni a la arrogancia.

Los Capítulos 4 y 5 son dedicados a los beneficios de la vida divina, que son básicamente el ejercicio de la santidad en la vida del cristiano. Es en estas secciones donde Scougal define que “la santidad es el temple correcto, [es] la constitución vigorosa y saludable del alma” (33). Este temple es la condición o la disposición del creyente discierne lo que es bueno y su voluntad aprueba lo que es bueno, sus pasiones y afectos no están influencias por factores externos, sino que “son conmovidos por impresiones más divinas, y por una percepción de las cosas invisibles.” (33).

Los capítulos del 6 al 10, Scougal profundiza en el tema de la mortificación del pecado y de cómo a pesar de que en momentos el cristiano pueda sentirse abrumado, desanimado y hasta atemorizado por el pecado remanente, hay esperanza porque nos recuerda que “Él [Dios] es tierno y compasivo. Conoce nuestras debilidades y ha experimentado nuestras tentaciones: «No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que lleve a la victoria la justicia» (Mat. 12:20).” (50).

Se enfatiza la responsabilidad que tienen los creyentes de esforzase en la santificación de sus vidas y a pesar de que los creyentes saben que Dios es quien efectúa los cambios para bien en la vida de Su pueblo, aun así, los cristianos “debemos hacer lo que podamos para adaptarnos y prepararnos, pues debemos romper el barbecho (Jer. 4:3) y arrancar de raíz la cizaña, arrancar las espinas para que estemos más preparados para recibir las semillas de la gracia y el rocío del Cielo.” (54).

Scougal advierte a su lector con respecto mantener una mente vigilante de contra del pecado y elabora con detalle como el creyente debe prestar atención a sus caminos, a examinar sus pasiones, y tener cuidado de amar a este mundo con todas sus distracciones y atracciones. Por eso Dios removerá de este mundo todo aquello que capture más nuestra atención que Él para el corazón del cristiano “corazón sea desatado del mundo, y para que Él no tenga ningún rival en su afecto, el cual […] es tan grande y sin límites, tan noble y desinteresado, que ningún objeto inferior puede satisfacerlo o merecerlo.” (65).

El libro concluye con una exposición con respecto al amor, la pureza y la humildad. Del amor Scougal le recuerda al creyente que debe amar a Dios y que debe amar a todo ser humano que Dios ha creado también. De la pureza el cristiano debe recordar que es un error sumergirse en placeres y deleites temporales, “con tal de alimentar y mimar al hombre exterior en nosotros, y que el hombre y el cristiano [es decir, el hombre interior] en nosotros pase hambre” (77). Y de la humildad los hijos de Dios debemos recordar que “nuestras manchas nunca aparecen tan claramente como cuando las colocamos ante esta luz infinita; y nunca parecemos menos a nuestros propios ojos, que cuando nos miramos a nosotros mismos desde lo alto.” (79).

Evaluación Crítica

Ciertamente para aquellos que no leen mucho, como es mi caso personal, la lectura en momentos puede llegar a ser difícil de comprender, no porque el contenido sea muy denso o cargado de un lenguaje muy teológico, sino por la forma en que las ideas son expresadas y como se hace el uso del lenguaje para organizar las oraciones. Sin embargo, creo que la traducción y las notas del traductor ayudan al lector a navegar este libro de una manera efectiva.

Estoy muy de acuerdo con Jeffrey D. Johnson cuando dice en su prólogo a la edición del 2017: “Todos necesitan leer este libro, ¡todos!” (8). Es un libro que explica claramente lo que el cristianismo es términos prácticos. Con esto no estoy diciendo que es un manual para la vida pragmática cristiana, sino que Scougal nos ayuda a entender que el conocimiento teológico, los afectos del corazón y todas las acciones de nuestra vida cotidiana han de ser consistentes con la fe que profesamos tener. Scougal utiliza de una forma magistral ilustraciones para que sus argumentos, no solamente queden claros, sino que nos dejen sin manera de refutarlos.

Quisiera mencionar que el capítulo que más me impacto fue el 8: La Vida Divina y la Guerra contra el «Yo», porque confrontó un área de mi vida con la que lucho constantemente, a pesar de ser ya un creyente por casi 20 años: el amor por el mundo, el reservar en mi corazón un espacio especial para el entretenimiento y pasatiempos. Scougal me da un gancho al hígado cuando dice lo siguiente:

“Pero, ahora, debo añadir que la prudencia cristiana nos enseñará a abstenernos de gratificaciones que no son simplemente ilícitas, y no solo para proteger [lit. asegurar] nuestra inocencia, la cual estaría en constante peligro si estiráramos nuestra libertad hasta el máximo, sino también para que así podamos debilitar las fuerzas de la naturaleza y enseñar a nuestros apetitos a obedecer. Debemos hacer con nosotros lo mismo que los padres prudentes hacen con sus hijos, quienes contrarían la voluntad de sus hijos en muchas cosas pequeñas e insignificantes para hacerlos más dóciles y sumisos para casos más complicados.” (62).

A esto me refiero cuando digo que este libro explica claramente lo que el cristianismo en términos prácticos, con el uso de una ilustración magistral. Como padre de 2 niñas pequeñas, procuro evitar que ellas inviertan más minutos de la cuenta usando sus dispositivos digitales cada semana, sólo permito su uso los fines de semana, no más de 1 hora por día. Sin embargo, yo no soy tan riguroso conmigo mismo con respecto al uso de mi celular y de mis consolas de video juegos, por ejemplo. Scougal confronta esta manera de vivir diciendo:

“Nuestro próximo esfuerzo debe ser no alimentar nuestros afectos por cosas creadas y todos los deleites y entretenimientos de la vida inferior, los cuales hunden y deprimen las almas de los hombres y retardan su pasión por Dios y por el Cielo; y debemos hacer esto tomando el control de nuestras mentes con una profunda convicción de la vanidad y el vacío de los placeres mundanos.” (63-64).

Ciertamente cada capítulo de este libro contiene secciones que generarán este tipo de convicciones a cada creyente, que contienen ilustraciones que reafirman maravillosamente lo que Scougal argumenta, y podría hablar de cada uno de ellos con detalle, pero no es el objetivo de esta reseña. Sin embargo, quisiera invertir un momento comentando una ilustración que me pareció incorrecta.

En el capítulo 10: La Vida y el Amor Divinos, Scougal hace el uso de una ilustración para ayudarnos a comprender mejor la gran bondad de Dios al enviar a Su Hijo, quien se encarnó y ofreció a Sí mismo como sacrificio y propiciación por Su pueblo. La ilustración dice:

“Recuerdo a uno de los poetas que tiene una forma inteligente de expresar la pasión por la que fue vencido después de una larga resistencia, [diciendo] que el Dios de amor le había lanzado todas Sus flechas doradas, pero que nunca había podido atravesar su corazón, hasta que al fin se puso Él mismo en el arco, y se lanzó directamente a su pecho. Pienso que, de alguna manera, esto describe el método de Dios para tratar con los hombres. Había luchado durante mucho tiempo con un mundo obstinado y había arrojado muchas bendiciones sobre ellos; y, cuando todos Sus otros dones [o regalos] no pudieron prevalecer, al final se dio a Sí mismo como dádiva, para testificar Su afecto y atraer el de ellos.” (74).

El problema que tengo es que me parece que Scougal presenta a un Dios que ha hecho todo lo posible para redimir a una humanidad que le ha rechazado y no pudo. Pareciera que es un Dios ha intentado ganarse su afecto por medio de las bendiciones que les ha otorgado, pero que ninguno de Sus regalos fue recibido hasta que Él mismo se convirtió en el regalo. Yo entiendo lo que Scougal quiere decir, pero creo esta ilustración presenta a Dios como el Ser divino cuyos planes pueden ser obstruidos por meros seres humanos, y que hasta es puesto en tal situación agobiante que Sus planes han tenido que altearse o modificarse para ser aceptados por los seres humanos.

Creo que esta ilustración no es consistente con lo que Dios ha revelado de Sí mismo en Su Palabra. Por ejemplo, creo que lo que Dios dice de Sí mismo en Isaías 46:9-10 es contrario a lo que Scougal trata de aludir: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;”. Dios es soberano, no hay nadie más que establezca las reglas o que puede influenciar a Dios. Su plan ha sido establecido desde antes de la fundación del mundo, y nosotros estamos siendo testigos de cómo el plan de Dios se va desenvolviendo a lo largo de las épocas.

Conclusión

A pesar de tener que señalar lo que considero una pequeña imperfección en lo que podríamos llamar una obra perfecta ante mis ojos, este libro ha sido, es y seguirá siendo una herramienta útil para los creyentes que desean vivir sus vidas formando cada vez más el carácter de Cristo en ellos.

Scougal presentó en su carta las verdades que definen y caracterizan la genuina fe cristiana y lo hace de una manera excepcional, al final del capítulo 9 dice: “La consideración [o meditación] seria y frecuente de estas y otras verdades divinas es el método más apropiado para engendrar esa fe viva que es el fundamento de la Religión [cristiana], la fuente y la raíz de la vida divina.” (70). Debemos procurar engendrar esa fe viva, y creo yo, que con el simple hecho de cultivar hábitos de lectura de libros como este es un buen inicio.

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